De las políticas de comunicación a la incomunicación de la política

Por Rafael Roncagliolo

Rafael Roncagliolo: sociólogo y periodista peruano, profesor universitario; presidente del Instituto para América Latina (IPAL) y de la Asociación Mundial de Radios Comunitarios (AMARC); secretario técnico de Transparencia, movimiento cívico peruano de educación democrática y observación electoral.

Los esfuerzos por establecer políticas democráticas de comunicación, iniciados hace tres décadas en América Latina, han sido abandonados por los Estados. Esta derrota, exacerbada por el liberalismo, se inscribe en una transformación cultural que ha afectado radicalmente la vida política.

Transformación de los medios (primacía de los electrónicos y desplazamientos de los impresos) y transformación del consumo cultural (que ahora se realiza mediante el servicio a domicilio).

Estos cambios explican la profunda crisis de la vida y las organizaciones políticas, mejor que los agotamientos de paradigmas y la política internacional.

Ante todo, el homenaje debido a los tres filósofos fundadores de la reflexión latinoamericana sobre las comunicaciones: Antonio Pasquali en Venezuela, quien con el proyecto RATELVE formula inicialmente la necesidad de políticas de comunicación para democratizar el acceso y la participación en los medios; Augusto Salazar Bondy, en el Perú, que diagnostica la cultura de la dominación, en el marco de la naciente teoría de la dependencia y su matriz cognitiva, una filosofía de la liberación, y Paulo Freyre, en el Brasil, cuyo método de alfabetización inspiraría la larga trayectoria de la comunicación alterativa, inicialmente denominada alternativa. Han pasado tres décadas desde la publicación de sus primeros libros.

Durante ellas el quehacer, casi la obsesión de los investigadores ha sido el diseño de políticas democráticas de comunicación. Su propuesta hizo caer gobiernos y, en la escena internacional, llevó a la UNESC0 a una crisis de la que todavía no se logra recuperar.

Hoy existen contundentes políticas de comunicación en toda la región. Pero su signo se ubica en las antípodas de las propuestas de los académicos que introdujeron el término. En efecto, las políticas vigentes son políticas de privatización, concentración y transnacionalización de las comunicaciones.

Sin duda el péndulo seguirá su vaivén y los latinoamericanos volveremos a encontrar la manera de tener comunicaciones propias. La esperanza es lo último que se pierde. Pero mientras tanto, constatar las derrotas experimentadas en este terreno, forma parte de un ejercicio crítico indispensable, en cuyo despliegue descubrimos que es la política misma, como pasión de vida, la que ha sido desplazada. Por eso vale la pena detenerse esta vez, no en las políticas de comunicación sino en la (in)comunicación de la política.

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