¿Qué política de concesiones queremos?
La quema del parador Kem-Kem, en la localidad de Quequén,
reaviva una discusión que nunca se ha desplegado totalmente.
Las concesiones, son un tema recurrente, pero nunca se discute
en profundidad y quedan cabos sueltos, por donde se producen perjuicios para el
Municipio.
Sería importante, establecer primero, que política de
concesiones queremos establecer y a partir de allí, formular un proyecto
integral.
La discusión planteada en el seno del Concejo Deliberante,
en la última sesión y en reuniones de comisiones previamente, por una concesión
en la avenida 10 demuestra que todo se realiza espasmódicamente.
Poner un lugar público en concesión para que se construya un
restaurante, una heladería o cualquier otro comercio no es razonable.
Primero, porque para ese tipo de instalaciones comerciales existen
espacios privados en la ciudad y una vez terminada la concesión, ¿La
Municipalidad va a vender helados y administrar un restaurant?
Las concesiones deben ser orientadas a brindar servicios que
no existen en la ciudad, que no compitan de forma desleal y que una vez
culminada la concesión sea un activo para el estado municipal.
Por eso insisto en que se debe dar una política de estado con
respecto a qué tipo de concesiones queremos para el distrito, dentro de
proyecto general de turismo, que hoy no existe.
Los emprendimientos deben ofrecer servicios inexistentes,
como por ejemplo en su momento el tren del Parque.
Hay que convocar a empresarios que estén interesados en
ofrecer servicios y entretenimientos turísticos que no existan.
La reformulación del Lago de los Cisnes, es un echo
importante, aunque si en ese emprendimiento se construyera un sector de
alojamiento, ya estamos sumando servicios que existen en sectores privados
usufructuando espacios públicos.
Hay que evitar entregar espacios públicos para
emprendimientos que deben ofrecerse desde el sector privado.
Es hora de discutir la política de concesiones turísticas,
dejar de lado los negocios de algunos inversores que intentan gastar lo menos
posible, provocando una competencia desleal y pensar en grande.
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