El pan, alimento social
Algunas
veces, los políticos, cuando no tienen conflictos parece que los buscaran, como
lo ocurrido con la ordenanza sobre la comercialización de pan en almacenes y
supermercados.
La ordenanza vigente, establecía claramente
la manera de comercializar los panificados, con el atenuante que, desde su
implementación, no se registró ninguna contaminación en los productos que
derivara en problemas de salud en la comunidad.
El pedido de cambio de la ordenanza nació
una entidad panaderil que, por supuesto, tiene una mirada sesgada, y no abarca
a toda la comunidad, ni a los demás comerciantes.
Y esto, no es algo que debe criticársele a
los proponentes, sino a los concejales que no estudiaron adecuadamente la ordenanza
y tuvieron que dar marcha atrás a medida que las críticas se hacían más
fuertes, con claros fundamentos que las sostenían.
Esta iniciativa ya había sido presentada
años anteriores y los ediles en ese momento, no le habían dado curso, porque,
ya existía la reglamentación respetiva.
No es la primera vez que ocurre una
situación similar, pero en este caso particular, se trata de un alimento
primordial en la mesa familiar.
Por lo tanto, no se puede legislar sin
tener todos los elementos en cuenta, porque si se les prohíbe a los mercados
vender pan y sus derivados, se puede provocar el aislamiento de muchos
habitantes de consumir este producto. No en todos los barrios existe una
panadería.
Indagando un poco más en las motivaciones
que se pueden encontrar debajo de la propuesta, y a partir de escuchar las
declaraciones de los interesados, podemos afirmar que el objetivo central de
esta iniciativa es impedir la producción casera y su posterior
comercialización.
Muchas familias han encontrado desde hace
muchos años, la posibilidad de tener ingresos económicos a partir de la
producción de tortas, facturas, masas y otras producciones realizadas en sus
hogares.
Lo que no saben los impulsores de esta
iniciativa y, parece que algunos ediles, es que quienes venden estos productos
caseros, han realizado cursos en los distintos Centro de Formación Profesional
que existen en el distrito y están habilitados para hacerlo.
La ciudadanía, sabe a quienes les compra
estos productos y en consecuencia, decide adquirir productos que tienen
realización casera.
Son casi inexistentes las ventas
clandestinas de productos porque desde hace años Bromatología viene
desarrollando una tarea muy importante detectando estas producciones
clandestinas.
Algunos panaderos se quejan que hay competencia
desleal, porque ellos deben pagar impuestos, habilitación y sueldos a sus
empleados.
No tiene ningún sentido hacer este tipo de
apreciaciones porque los volúmenes que se manejan entre una actividad y otra
son abismales.
Los responsables de cada sector, deben
actuar con madurez y no buscar el beneficio propio cuando se trata de un
producto social, como lo es el pan.
Por supuesto que los empresarios
panaderiles dan trabajo, aportan con sus impuestos y ofrecen seguridad en la
salubridad de sus productos.
No es un trabajo fácil de realizar, donde
las horas son contrapuestas a las del descanso, y deben luchar contra los
vaivenes económicos.
Pero, eso no justifica emprender sus
acciones contra quienes desarrollan actividades, también necesarias, para que nuestros
ciudadanos reciban un alimento tan importante como el pan.
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